Los relojes de Aaron

La de hoy es una historia bonita. No me ocurrió a mí ni a mi amigo, sino al amigo de mi amigo. A Aaron, para ser más exacta.
Traté de contactarlo para que de primera mano conociera los detalles de lo que pasó, pero al final ya no se armó.
En fin.
Resulta que Aaron, igual que Marco (el amigo que me contó la historia), trabaja en Bancomer, y hace dos semanas viajó en metro para llegar a la oficina.
Aaron tenía un reloj bien bonito, según me cuentan. No sabemos quién se lo dio, qué marca era, cuánto le costó o por qué fue tan trágica su pérdida. El chiste es que, como ya les adelanté, Aaron perdió su reloj.
Apenas pisó el lobby de la Torre Bancomer cuando, ¡chin!, se fijó que ya no traía su presuntamente querido reloj.
Agobiado, Aaron le dio en chinga sus cosas a un compañero que convenientemente se encontró a la entrada.
Creemos que le dijo: «güey, ten mis cosas, se me perdió mi reloj, voy a regresarme a ver si lo encuentro».
Aaron repitió el recorrido que hizo para llegar a la oficina, pero al revés. Yo en su lugar habría caminado con la cabeza agachada y la vista bien atenta al piso. Pero la forma en que Aaron caminó hasta el metro es otro dato que no tengo. Me gusta pensar que así fue como Aaron lo hizo y les pido que así lo imaginen.
Estoy divagando.
Perdón.
Total, que regresó bien triste a la oficina porque no encontró su reloj: si se le cayó, alguien se lo encontró y se lo quedó. Y si no, alguien se lo robó quizá en el metro, pero igual no lo volvería a tener.
Mientras tanto, el güey al que le había dejado sus cosas en el lobby aprovechó para contarle a todo el piso la tragedia de su colega. Ya todos sabían que el pinche Aaron había perdido su reloj.
Obvio lo chingaron. No todos. Algunos se sintieron tristes porque es feo que le pasen cosas malas a las personas.
¿Saben a quién le pareció triste? Al jefe de Aaron. El chisme del reloj perdido también le llegó a él y la semana pasada, unos días después de la pérdida, el jefe llegó a la oficina, se quitó su reloj y dijo: «Toma, Aaron, te lo regalo. Pero éste sí lo cuidas».
¿No es eso bonito?
No, no sé qué reloj le dieron a Aaron, la marca o el valor aproximado del mismo. Lo que sí sé es que al jefe le pudo haber valido madres, pero no fue así. Qué chido.
Y ya.
Propongo esta historia para un episodio de La Rosa de Guadalupe o un comercial de Pan Bimbo o algo.