Todo lo que creí saber de bodas está mal

Casarte es de esas cosas que solo aprendes a hacer hasta que las haces y, con suerte, jamás tienes que repetir.
Es parecido a amarrarte las agujetas o conducir: hay consejos y guías, pero hasta que no atas los cordones del tenis o echas a andar el auto o estás comprometida, simplemente vives con vagas nociones de cómo funciona el asunto.
Así me pasó. Hasta antes de que me propusieran matrimonio, según yo, solo necesitabas al amor de tu vida, un bonito vestido y a tus personas favoritas reunidas para celebrar una boda.
Error.
Al poco —poquísimo— tiempo de que Anuar me diera mi anillo, esa lista creció y se volvió cada vez más compleja.
Porque, ok, ya tengo al amor de mi vida, pero ¿de qué color será el traje que usará? ¿Será traje o smoking? Y el bonito vestido del que hablaba, ¿en qué corte lo voy a elegir? ¿De qué precio? ¿Y el color? ¿Sabían que en el mundo de las bodas hay como 37 formas de llamarle al blanco? Yo no. Y lo de las personas favoritas suena muy bien, pero ¿como las vamos a sentar? ¿Qué van a cenar? ¿Y beber? ¿Y bailar?
Faltan dos meses para la boda, y aunque la mayoría de las preguntas ya tienen respuesta, no dejan de llegar nuevas y cada vez más ridículas. Por ejemplo, ¿cómo serán las canastas de flores de los pajes? ¿vamos a dar sombreros o también pelucas para la batucada? ¿Cuál de los grises vamos a escoger para las servilletas?
Lo acepto: subestimé la organización de una boda. La primera lección que aprendí es que lidiar con las presiones de la vida de adulta no me hace hábil para enfrentar con éxito la planeación de una fiesta como ésta.
No, nada te prepara para el estrés de tratar de completar los trámites para casarte.
Lo que me lleva a la segunda lección: las telenovelas mienten. También los chick-flicks. Para llegar al «sí, acepto», tienes que pasar como por siete trámites con original y copia, más un par de pláticas prematrimoniales.
Anuar y yo estamos considerando seriamente contratar a actores que el día de la boda hagan del padre y del juez, y ya otro día con más calma juntaremos la bola de papeles que piden y lo haremos como se debe.
(No es cierto, mamá)
La tercera lección es que, tratándose de bodas, simplificar es complicar.
No sé por qué a los proveedores de esta industria les explota el cerebro cuando preguntas por algo sencillo. El del banquete casi colapsa cuando pedimos pizza en vez de cena tradicional. Era tan complicado que terminamos eligiendo lo de siempre.
Poco a poco, aquella boda sencillísima que Anuar y yo imaginamos alguna vez, cuando hablamos de casarnos, quedó bien atrás.
Lo que nos lleva a la cuarta y última lección, hasta que llegue un nuevo puntapié de realidad con más aprendizajes: Pinterest es tu mejor y peor amigo.
No sabíamos que queríamos una barra de donas, que necesitábamos una paleta de colores o que era indispensable colocar cámaras instantáneas en las mesas, hasta que la red lo sugirió. Te amodiamos, Pinterest.
Como ven, todo lo que uno cree saber de bodas está mal o apenas es una décima parte de lo que está por venir, incluyendo esta inmensa felicidad de pasar el resto de mis días con Anuar.
Aw ❤
Cada quien hace su boda original, acorde al bolsillo y a su forma de ser, pero lo real es que es un momento único que tendrás para el resto de tus días y anécdotas para los hijos, sobrinos y etc. Pero lo real es que sean felices ese día y que la vida ruede, el ser humano habla por naturaleza y vuelvete sorda, de los protocolos y demás y es Tú fiesta y disfruta de Anular, eso es lo que queda realmente, un bello recuerdo de lo bueno y lo chusco y del momento que pases con Tu gran amor!
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