Si me atropellan, será por culeros
Sí vine.
Hoy ya es un mes de que comencé a andar en bici de la casa al trabajo y al revés.
La buena noticia es que no me han atropellado, la mala es que podrían atropellarme. Tendría que buscar cifras y preguntar a expertos, pero no lo voy a hacer porque me gusta creer que el riesgo de morir en la bici es tan alto como el de hacer cualquier cosa. Tan riesgoso como estar vivo, pues.
(Ay, güeeeeeeeey)
El asunto es que me he encontrado con varios fenómenos. El primero es que a mucha gente de mi alrededor le da miedo andar en bici y, cuando les cuento que ahora es mi modo de transporte, es como si les hubiera dicho que decidí inyectarme sangre con VIH. Que me voy a morir, que es peligrosísimo, que no sé lo que hago.
El segundo fenómeno es que me duele el trasero. Quién diría que una zona del cuerpo tan acolchada, como las nalgas, resentiría así el diseño de un sillín. Dicen que ya me acostumbraré.
Y, finalmente, el tercer fenómeno es el más obvio de todos: no hay cultura vial. Manejan Manejamos de la chingada. En coche no se nota tanto, pero pararse en doble fila, culebrear por carriles, usar el celular al volante, conducir a exceso de velocidad, dar vuelta desde los carriles centrales, tocar el claxon, invadir las rayas peatonales, ¡abrir las puertas sin cuidado!: todo, todo está mal y lo hacemos tooodo el tiempo.
Los peatones también están que se revuelcan en el error. No usan las banquetas y cruzan cuando y donde les da la gana. ¿Quién más está mal? Los ciclistas. ¿O cuánto pagan por cada semáforo en rojo que se pasan? ¿Nada? Entonces sólo lo hacen por idiotas, el mismo motivo por el que llevan audífonos, andan sin casco y conducen sobre las banquetas o en sentido contrario.
Qué coraje.
En fin. Mamá y amigos, quítense el pendiente: sí, sí ando con cuidado. Uso casco, luces y un súper nuevo chaleco con LEDs que parpadean. Ajá, tetísima.
Los demás: que conste que si me atropellan, será por culeros.

Cori para ciclista del año!
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