El año que viví como millennial

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Si algo da pena (y tantita gracia) son los clichés cumplidos, ¿no? Los informáticos obesos, las rubias tontas o los millennials malcriados.

Ayñ, perdón. Tías, tíos, no me voy a detener a explicar qué es un millennial, así que si alguien no lo sabe, puede averiguarlo aquí.

Ya.

Ahora sí.

Decía que los últimos 12 meses he vivido como una auténtica millennial, como una de esas a las que casi diario les dedican artículos en Inc, Fast Company o Forbes; de esas que hacen lo que hacen porque YOLO, porque c’est la vie, porque ALV.

O sea, he hecho puras tonterías.

Diría que todo empezó cuando me junté con Cristina para fundar una compañía ganar dinero extra vendiendo plantitas en bazares.

En más o menos un día echamos a andar El patio de mi casa: con el puro iPhone armamos el sitio en WordPress, nos inventamos un logo, abrimos la Fan Page en Facebook, la cuenta en Instagram y empezamos a vender. Fue divertido.

Cuatro o cinco meses más tarde nos aburrimos se complicaron un poco las cosas entre el doctorado de Cristina, la salud de Anuar y el dolor de sacrificar fines de semana armando macetas y terrarios, y vendiendo sábados y domingos en los bazares. Qué flojera, la verdad.

Lo que sí es que El patio de mi casa me puso a pensar qué más podía hacer además de editar y publicar notas de tecnología.

Ahí empezó el cagadero, creo.

Sin buscarlo ni pensarlo demasiado, dejé Reforma. Mi primer YOLO. Me costó mucho porque era muy feliz y a veces pareciera que los trabajos se dejan hasta que uno ya no puede más.

Me fui a coordinar Unocero. Aprendí de métricas (los números en Reforma son un misterio), hice periodismo con no-periodistas, me compré pantalones rotos y tenis PARA-IR-A-TRABAJAR, y al final dejé todo como a los tres meses porque vino mi segundo YOLO.

Pictoline.

OMG.

Pictoline.

Sí, Pictoline. Pictoline. Me fui a editar Pictoline. Aunque para ser exacta me fui a editar, coordinar, reportear, redactar, corregir, revisar, publicar y monitorear Pictoline.

Aprendí como nunca, leí como nunca, la cagué como nunca, me reí como nunca, madrugué, lloré, me emputé, dudé, me odié, me perdoné y me conocí como nunca.

Fue una locura ❤

En enero vino el tercer YOLO.  Renuncié a Pictoline.

¿¡P-por!? Porque sí.

Decidí dejar Pictoline porque hay momentos para todo y no era mi tiempo de estar ahí.

¿Qué significa eso? Lo que ustedes quieran.

Viejos morbosos.

Ahora estoy en mi cuarto YOLO: ordenando mi cabeza, pensando bien (ahora sí) lo que quiero hacer, dedicándome a mí y a la boda (¡me voy a casar este año!),  leyendo, escribiendo, retomando el blog, haciendo cosas tontas y aburridas como ir al banco y verificar el coche, cocinando, «y así».

Híjole, pues eso soy: un pinche cliché de millennial.

Perdón.

Nah. Estoy muy contenta. YOLO. ALV. C’est la vie.

 

 

 

 

PD: También me hice un tatuaje dos tatuajes. No, no fueron unos pajaritos o un signo de infinito o un diente de león. Lo que sí es que subí las fotos a Instagram y los videos del proceso a Snapchat. Obvi.

Ay la vidita Sin categoría

2 Comentarios Deja un comentario

  1. Que bueno que regresas al blog cori, yo lo amo. También soy cliché de millennial, primero renuncie a mi chamba,me fui a playa a «vivir la vida», me aburrí y regresé, tuve otro empleo, compre un vuelo a Europa sin regreso, me renunciaron injustificadamente antes de que yo lo hiciera, me voy sin lana por eso y porque YOLO empecé mi video blog jajajaj y ya, me voy el domingo jajaja ahí contare q tal salió

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  2. Hay cosas de los millenials que están padres, sobre todo el darte tu lugar y no resignarte a lo que no te gusta, y también arriesgarte.

    Yo renuncié el año pasado a SDP, me fui de voluntario 3 meses a Islandia con un freelanceo, regresé, decidí seguir como freelance, y en unos días vuelvo a tomar un avión. Seguiré freelanceando mis cosas desde donde esté, aunque tampoco es que diga «uy que estable tengo todo» pero quiero explorar y experimentar dos o tres cosillas que traigo en la cabeza. De eso se trata la vida.

    Así que YOLO, está bien ser millenial.

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