Sea infeliz en cinco pasos
Soy más sociable de lo que quisiera reconocer. Me gusta pensar (y pregonar) que odio hablar con la gente, pero la verdad es que no y la prueba está en que el viernes pasado no resistí las ganas de platicar con un taxista. Pero ésta no es otra tonta historia de taxistas. O a lo mejor sí, pero…